Comenzar la lectura de El árbol es involucrarse en un micromundo de pequeñas epifanías totalmente dotadas un humor muy singular y de una ironía altamente afiladas.
A mitad de camino entre una desconcertante lucidez y el absurdo más turbador, Slawomir Mrozek disecciona -con una precisión quirúrjucia- las formas que adopta el comportamiento humano a partir de sus querencias, de sus contradicciones y obsesiones, y así consigue crear -en esta colección de relatos sumamente delirante- un ambiente donde nada resulta ser lo que parece ni nada sucede según el devenir lógico de la acción.