Hombre del siglo XIX, amante de la humanidad y de sus derechos, resulta obvio que no puedo menos de querer la más completa disolución de este Instituto, lamentablemente insigne, por ver en él un oponente irreconciliable, una negación viva y activa del humano progreso; mas contrincante fiel, al redactar estos apuntes sobre la Compañía de Jesús, cúmpleme manifestar que, lejos de abominar a sus miembros, los compadezco, por haber abdicado su personalidad, sometiéndose como obedientes instrumentos a un jefe supremo, al General de la Orden, en el que ven nada menos que un representante de Dios: mi antipatía es para la Corporación, no para sus miembros.Por eso voy a repetir con Voltaire: «¡No difamemos a los jesuitas!».Por eso añado: ¡Pobres jesuitas!
¡Pobres Jesuitas! así se titula esta maravillosa historia escrita por Fernando Garrido Tortosa.
¡Pobres Jesuitas! | Fernando Garrido Tortosa